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La Biografia de Horacio Quiroga Forteza Escritor Argentino

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La biografia de Horacio Quiroga cuenta la vida de el hábil y talentoso cuentista, cuya prosa vívida y desbordante imaginación ha sido comparada con la del mismísimo Edgar Allan Poe, vivió una vida compleja, intensa, pero sobre todo, única. Su biografía en sí nos cuenta una historia de tragedia, sobre la vida de un hombre dedicado al arte de la literatura y que, en cierta forma de ironía por parte de la vida misma, resultó ser un escritor infantil de calidad autor de cuentos fabulas y leyendas casi inalcanzable, maestro de los estilos naturalista y modernista. En este artículo vamos a redactar su historia, sus inspiraciones, sus enseñanzas, sus heridas, su dolor…

Contents

Infancia y vida temprana

Nacido bajo el nombre de Horacio Silvestre Quiroga Forteza, el 31 de diciembre de 1878, en Uruguay, más específicamente en la ciudad de Salto, sobre el río Uruguay. Segundo hijo del vicecónsul argentino, Prudencio Quiroga, y su esposa, Pastora Forteza.

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Horacio Quiroga escritor argentino

A los dos meses de edad, el bebé sufrió una de sus primeras tragedias en su vida: su padre regresaba de un viaje de caza, y al salir de la embarcación que lo transportaba, su escopeta se disparó accidentalmente, matándolo al instante frente a su esposa quien lo recibía con Horacio en brazos.

Adolescencia y Educación

Horacio realizó sus estudios superiores en Montevideo, en el Instituto Politécnico de Montevideo y el Colegio Nacional. Y fue durante esta época que profundizó en sus intereses de hace muchos años, como lo era la literatura, la química, la fotografía, la mecánica, el ciclismo y la vida de campo. De hecho, también fue durante la misma que fundó la Sociedad de Ciclismo de Salto y viajó 120 km en bicicleta desde Salto a la ciudad de Paysandú

Por esta época también empezó a interesarse por la filosofía, pues hizo amistad con el hijo del dueño de un taller de reparación de maquinarias que solía frecuentar por diversión, y quien compartía el mismo interés y le inició en ello.

Al mismo tiempo que realizaba todas estas actividades, colaboraba con las publicaciones de “La Revista” y “La Reforma”, que le sirvió como práctica para mejoraba su estilo y para acrecentar su fama.

Luego de pasados años de la tragedia que fue la muerte de su padre, su madre se casó nuevamente con Ascencio Barcos, en el año 1891. Ascencio fue una buena figura paterna para Horacio y formaron una buena relación pero trágicamente, sufrió un derrame cerebral en 1896 que lo dejó semiparalizado y mudo. Al verse en dichas condiciones, decidió acabar con su vida disparándose en la boca con una escopeta manejada con el pie, justo cuando Horacio, en ese momento de 18 años, entraba a la habitación.

Dos años después de este indescriptiblemente horrible evento, en 1897, Horacio fundó la “Revista del Salto”, y en el año de 1898, el joven vio luz al conocer a su primer amor, María Esther Jurkovski, quien inspiraría dos de sus obras más importantes: “Las sacrificadas” y “Una Estación de Amor”, pero su romance no duró mucho por causa de los padres de la joven, quienes no aprobaban la relación de su hija con un joven de origen no judío, y causaron su ruptura.

Después de esta decepción amorosa, decidió invertir la herencia de su padrastro en un viaje a París, en el que estaría ausente por 4 meses, y del que regresó empobrecido, hambriento y con la barba negra que pasaría a conservar. Aunque en su momento se desconocía el motivo de la pérdida de la fortuna con la que se encaminó hacia allá, relató sus experiencias en su “Diario de un viaje a París”.

Vida Posterior

Al volver de París, Horacio reunió a sus amigos Federico Ferrando, Alberto Brignole, Julio Jaureche, Fernández Saldaña, José Hasda y Asdrúbal Delgado, y fundó con ellos el “Consistorio del Gay Saber”, una especie de laboratorio literario donde todos ellos probarían nuevas formas de expresarse y celebrarían los objetivos modernistas de la generación del 1900.

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Escritor Horacio Quiroga

Fue en este período, específicamente en el año 1901 en que celebró con alegría la aparición de su primer libro: “Los arrecifes de coral”, pero la misma quedó trágicamente opacada por las muertes de dos de sus hermanos, Prudencio y Pastora, víctimas de la fiebre tifoidea en el Chaco.

Alarmantemente poco después, su amigo y compañero del Consistorio, Federico Ferrando, que había recibido malas críticas del periodista montevideano Germán Papini Zas, comunicó a Horacio que deseaba batirse en duelo con aquél. Éste, preocupado por la seguridad de su amigo, se ofreció a revisar y limpiar el revólver que iba a utilizar. Inesperadamente, mientras inspeccionaba el arma, se le escapó un tiro que impactó en la boca de Federico, matándolo instantáneamente. La policía fue llamada al lugar, Horacio detenido, sometido a interrogatorio y posteriormente trasladado a una cárcel correccional. Pero fue liberado cuatro días después, cuando se comprobase la accidental y desafortunada naturaleza del homicidio.

La pena y la culpa por la muerte de su querido amigo llevaron al pobre Horacio a disolver el Consistorio y a abandonar el Uruguay para pasar a la Argentina.

Fue a vivir con otra de sus hermanas, María, y el esposo de ésta. En Buenos Aires el artista alcanzaría la madurez profesional, que llegaría a su punto culminante durante sus estancias en la selva. Además, su cuñado lo inició en la pedagogía, consiguiéndole trabajo bajo contrato como maestro en las mesas de examen del Colegio Nacional de Buenos Aires.

Pocos años después, empezó a unirse más a su pasión por la literatura, más específicamente a la narración breve.

Fue así como en 1904, publicó el notable libro de relatos “El crimen de otro”, que fue reconocido y elogiado por muchos. Fue con esta obra que inició su comparación con Poe, y lejos de sentirse molesto por ello, respondía a menudo que Poe era su primer y principal maestro.

Durante dos años Horacio trabajó en multitud de cuentos, muchos de ellos de terror rural, pero otros en forma de deliciosas historias para niños pobladas de animales que hablan y piensan sin perder las características naturales de su especie. En ese momento empezó a publicar obras en la revista “Caras y Caretas”, en la cual también publicó su famoso “El Almohadón de Plumas”, y al poco de comenzar a publicar dicha revista, se convirtió en un colaborador famoso y prestigioso, cuyos escritos eran buscados ansiosamente por miles de lectores.

Durante las vacaciones de 1908, el literato decidió encaminarse a explorar su amada selva, compró un terreno en la misma y se trasladó a su nueva propiedad, donde construyó las primeras instalaciones y comenzó a edificar el bungalow donde se establecería.

Para ese entonces, se encontraba enamorado de una de sus alumnas, la adolescente Ana María Cires, a quien le dedicó su primera novela, titulada Historia de un amor turbio. Horacio insistió en la relación frente a la oposición de los padres de la alumna obteniendo por fin el permiso para casarse y llevarla a vivir a la selva con él. Sus suegros, preocupados por los riesgos de la vida salvaje y la vida de su hija, siguieron al matrimonio y se trasladaron a Misiones con su hija y yerno.

Un año después, Ana María dio a luz a su primera hija, Eglé Quiroga, en su casa de la selva. Durante ese mismo año, el escritor comenzó la explotación de sus yerbatales en sociedad con su amigo uruguayo Vicente Gozalbo y, al mismo tiempo, fue nombrado Juez de Paz (funcionario encargado de mediar en disputas menores entre ciudadanos privados y celebrar matrimonios, emitir certificados de defunción, etc.) en el Registro Civil de San Ignacio.

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Datos importantes en la vida de Horacio Quiroga

Al año siguiente nació su hijo menor, Darío. En cuanto los niños aprendieron a caminar, Horacio decidió ocuparse personalmente de su educación. Severo y tiránico, exigía que cada pequeño detalle estuviese hecho según sus exigencias. Desde muy pequeños, los acostumbró al monte y a la selva, exponiéndolos a menudo, midiendo siempre los riesgos, al peligro, para que fueran capaces de desenvolverse solos y de salir de cualquier situación. Fue capaz de dejarlos solos en la jungla por la noche o de obligarlos a sentarse al borde de un alto acantilado con las piernas colgando en el vacío.

El varón y la niña, sin embargo, no se negaban y disfrutaban de estas experiencias. Fueron por las mismas que Eglé aprendió a criar animales silvestres, y Darío a usar la escopeta, manejar una moto y navegar, solo, en una canoa.

Por otra parte, este método de instrucción pronto empezó a aterrorizar a la madre de los niños. Su preocupación y ansiedad fueron tales, que optó por el suicido ingiriendo un ensalzado empleado en el revelado fotográfico, que le provocó una agonía de ocho días en que fue atendida por Horacio, quien quedó afectado con su muerte hasta el punto de casi no volver a mencionar a su primera esposa. Tras la tragedia, se trasladó con sus hijos a Buenos Aires, donde recibió un cargo de Secretario Contador en el Consulado General uruguayo en esa ciudad, tras arduas gestiones de unos amigos orientales que deseaban ayudarlo.

A lo largo del año 1917 habitó con los niños en un sótano de la avenida Canning (hoy, Raúl Scalabrini Ortiz) 164.

Al año siguiente se estableció en un pequeño departamento de la calle Agüero, al tiempo que apareció su celebrado “Cuentos de la selva”, colección de relatos infantiles protagonizados por animales y ambientados en la selva misionera. Horacio dedicó este libro a sus hijos, que lo acompañaron durante ese período de pobreza en el húmedo sótano padeciendo de escasas condiciones de vida.

Poco después, Horacio cayó nuevamente enamorado, esta vez era de una joven de 17 años, Ana María Palacio, e intentó convencer a los padres de que la dejasen ir a vivir con él a la selva. La negativa de éstos y el consiguiente fracaso amoroso inspiró el tema de su segunda novela, “Pasado amor”. En ella narra, como componentes autobiográficos de la trama, las mil artimañas que debió practicar para conseguir acceso a la muchacha: arrojando mensajes por la ventana dentro de una rama ahuecada, enviándole cartas escritas en clave e intentando cavar un largo túnel hasta su habitación para secuestrarla. Finalmente, cansados ya del pretendiente, los padres de la joven la llevaron lejos y Horacio se vio obligado a renunciar a su amor.

A principios de 1926, volvió a Buenos Aires y alquiló una quinta en el partido suburbano de Vicente López. En la cúspide misma de su popularidad, una importante editorial le dedicó un homenaje, del que participaron, entre otros, figuras literarias como Arturo Capdevila, Baldomero Fernández Moreno, Benito Lynch, Juana de Ibarbourou, Armando Donoso y Luis Franco.

Durante su vida, Horacio Quiroga entabló muchas amistades con grandes figuras del género literario, como lo fueron: Leopoldo Lugones y José Enrique Rodó, la poeta argentina Alfonsina Storni y el escritor e historiador Ezequiel Martínez Estrada, a quien llamaba afectuosamente “mi hermano menor”.

Un año después, Horacio decidió criar y domesticar animales salvajes, mientras publicaba su nuevo libro de cuentos, “Los desterrados”. Pero el enamoradizo artista había fijado ya los ojos en la que sería su último y definitivo amor: María Elena Bravo, compañera de escuela de su hija Eglé, que sucumbió a sus reclamos y se casó con él en el curso de ese mismo año sin haber cumplido veinte años.bibliografia de horacio quiroga forteza

A partir de 1932, Horacio volvió por última vez a la selva, en lo que sería su retiro definitivo, con su esposa y su tercera hija, María Elena, llamada “Pitoca”, que había nacido en 1928. Para ello, y no teniendo otros medios de vida, consiguió que se promulgase un decreto trasladando su cargo consular a una ciudad cercana.

Pero un cambio político provocó un cambio de gobierno, que no quiso los servicios del escritor y lo expulsó del consulado. Algunos amigos de Horacio, como el escritor de Salto, Uruguay, Enrique Amorim, tramitaron la jubilación argentina para Horacio. Compartieron numerosas cartas en las que Horacio hacía partícipe a su amigo de la mayor parte de sus problemas, casi todos de índole íntima y familiar, pidiéndole consejos y ayuda pues a su mujer, al igual que a su trágica antecesora, no le gustaba la vida en el monte y las peleas y violentas discusiones se volvieron diarias y permanentes. Fue en este período de frustración y dolor salió a la venta una colección de cuentos ya publicados titulada “Más allá”.

Muerte

En el año de 1935 Horacio comenzó a experimentar molestos síntomas, aparentemente vinculados con una prostatitis u otra enfermedad prostática. Al intensificarse los dolores y dificultades para orinar, su esposa logró convencerle de trasladarse a Posadas, ciudad en la cual los médicos le diagnosticaron hipertrofia de próstata. Pero sus problemas familiares de continuarían; su esposa e hija lo abandonaron definitivamente, dejándole solo y enfermo en la selva. Ellas volvieron a Buenos Aires, y el ánimo del escritor decayó completamente ante esta grave pérdida.

Cuando el estado de la enfermedad prostática hizo que no pudiese aguantar más, Horacio viajó a Buenos Aires para que los médicos tratasen sus padecimientos. Internado en el prestigioso Hospital de Clínicas de Buenos Aires a principios de 1937, una cirugía exploratoria reveló que sufría de un caso avanzado de cáncer de próstata, intratable e inoperable. María Elena, entristecida, estuvo a su lado en los últimos momentos, así como gran parte de su numeroso grupo de amigos.

Horacio, cansado y deprimido por las tragedias de su vida, resolvió adelantarse al cáncer la madrugada del 19 de febrero del mismo año, bebiendo un vaso de cianuro que lo mató pocos minutos después entre espantosos dolores.

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Conclusión

La biografía de Horacio Quiroga se trata en sí misma de una historia llena de tragedia, amor belleza, tristeza, aventuras, inspiración y, sobre todo, muchos, muchos cuentos. Horacio, un hombre inteligente y romántico, luchador y soñador, pese a su increíble fuerza, quedó afectado por las tragedias vividas a lo largo de su vida. Su historia es un llamado de atención para todos nosotros, al recordar que incluso el alma más iluminada, puede tener oscuridad en su interior.