
Perú se enorgullece con la biografía de Cesar Vallejo, un país que posee una belleza y cultura como pocos lugares del mundo la tienen y que gracias al gran César Vallejo, el máximo exponente de las letras del país el mundo conozca más del talento peruano. Mucho se puede decir sobre este excelentísimo personaje, poseedor de un conocimiento, inspiración y arte como no hay iguales en el mundo. La poesía del siglo XX alcanza su cúspide gracias a él y no por nada se encuentra entre los mejores escritores católicos de toda la historia. Un innovador de la lengua española en todo su esplendor, se atrevió a usar excentricidades en sus obras nunca antes vistas hasta la fecha en Latinoamérica.
Aunado a su indudable talento para expresarse, está su romántico y dolido corazón, triste por haber sufrido las pérdidas y el desamor que tanto daño causan a una persona.
Pero César Vallejo canalizó su tristeza para convertirla en algo hermoso y recordado. Tan recordado como lo debe ser el propio escritor, así como lo vamos a recordar hoy.
El literato de puerta cerrada no sabe nada de la vida. La política, el amor, el problema económico, el desastre cordial de la esperanza, la refriega directa del hombre con los hombres, el drama menudo e inmediato de las fuerzas y las direcciones contrarias de la realidad, nada de esto sacude personalmente al escritor de puertas cerradas. Cesar Vallejo
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Primeros años en la vida de Cesar Vallejo Mendoza
Nacido el 16 de Marzo de 1892 bajo el nombre de César Abraham Vallejo Mendoza, en Santiago de Chuco, Perú. Fue el menor de los once hijos de sus padres, Francisco de Paula Vallejo Benítez y María de los Santos Mendoza Gurrionero; descendiente de nacimiento de una familia mestiza y de ahí se debe su tono de piel, pues sus abuelas eran ambas indígenas y sus abuelos gallegos.
En su infancia, sus padres querían dedicarlo al sacerdocio, lo que en un principio él aceptó gustoso. Estudió sus primeros años educativos en el Centro Escolar No 271 de Santiago Chuco, pero desde abril de 1905 hasta 1909 estudió la secundaria en el Colegio Nacional San Nicolás de Huamachuco, al norte de Perú.

Un año después de terminar la secundaria, en 1910, se matriculó en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Trujillo, pero debido ciertos problemas económicos debió de regresar a su pueblo, pero se fijó el propósito de trabajar y ahorrar para continuar luego sus estudios. Una vez devuelta en Santiago de Chuco, apoyó a su padre en las tareas administrativas de gobernador y fue esta experiencia que lo puso en contacto con la realidad de los mineros de Quiruvilca, cerca de Santiago de Chuco, lo que citó e inspiró a escribir su posterior novela, El tungsteno.
En 1911, viajó a Lima para matricularse en la Facultad de Medicina de San Fernando, pero nuevamente abandonó sus estudios, aunque sus razones para ello en esta ocasión no fueron muy claras. Se cree que pudo ser por los problemas económicos que volvieron a azotarlo pero algunos creen que simplemente se desilusionó de su carrera una vez llegado a ésta.
Una vez abandonados sus estudios universitarios, consiguió un empleo como profesor de los hijos de un rico hacendado de Acobamba y trabajó así durante siete meses exactos, luego regresó a Trujillo, y en 1912 consiguió un modesto empleo como ayudante de cajero en la hacienda azucarera “Roma”, en el valle Chicama, donde fue testigo de la cruel explotación de los peones indios.
Un año después regresó a Trujillo con el propósito de retomar sus estudios universitarios en la carrera de Letras, y para poder costearse sus estudios, trabaja como maestro en el Centro Escolar de Varones Nº 241, y luego como profesor del primer año de primaria en el Colegio Nacional de San Juan. Ya para el 22 de septiembre de 1915, César Vallejo finalmente se graduó de bachiller en Letras con su brillante tesis “El romanticismo en la poesía castellana”.
En 1916, César comenzó a frecuentar con la juventud intelectual de la época y fueron todos agrupados en el tan llamado Grupo Norte; un grupo intelectual de literatos, artistas, filósofos, políticos e intelectuales de diversas personalidades del norte de Perú. En este grupo figuran personajes como Antenor Orrego, Alcides Spelucín, José Eulogio Garrido, Juan Espejo Asturrizaga, Macedonio de la Torre y Víctor Raúl Haya de la Torre, implícito está el gran César Vallejo, que durante este tiempo publicó sus primeros poemas en los diarios y revistas locales.
Existe durante estos años en la vida de César Vallejo una hermosa y misteriosa joven llamada María Rosa Sandoval, de la que se sabe muy poco, más allá del hecho de que César cayó locamente enamorado de ella y fue su musa inspiradora a partir de entonces. Sostuvieron un hermoso y apasionado romance durante más de un año entero pero un día, de la noche a la mañana, María Rosa se esfumó sin dejar rastro, dejando al pobre César con el corazón roto. El recuerdo de su eterna amada fue la inspiración para su primer libro, Los Heraldos Negros, y expuso su amor por ella, aunado al de su madre, en una irreverencia a Dios en su poema Los dados eternos, sufriendo y reclamándole a Él por la pérdida de las dos mujeres.

Se supo después que la novia fugitiva viajó a las cordilleras de Otuzco con el propósito de, de hecho, alejarse de César pero puesto que su amor por él era tan grande que se rehusaba a exponerlo a la tristeza de perderla debido a la enfermedad mortal que ella padecía, una tuberculosis, y que le dio fin a su vida pocos años después.
En 1917, César conoció a Zoila Rosa Cuadra, apodada como Mirtho. Una bella muchacha de quince años con quien sostuvo un apasionado y corto romance. Pero una vez acabado este y debido a la desilusión de perder otro amor, se cree que César atentó a cometer suicidio pero, finalmente, fue convencido por sus amigos de viajar a Lima a fin de proseguir sus estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y conseguir su doctorado en Letras y Derecho.
Viaje a Lima
Ya así, se embarcó César hacia Lima a la que llegó el 30 de diciembre del mismo año 1917. Desde entonces se la pasó frecuentando con los más afamados de la intelectualidad de la localidad e incluso tuvo un encuentro con Clemente Palma, que había sido mostrado un profundo y furibundo desagrado por el poeta y su trabajo, pero quien esta vez le dio muestras de respeto. Llega a entrevistarse con José María Eguren y con Manuel González Prada, a quien los más jóvenes consideraban entonces un maestro y guía. En la capital, Vallejo se vinculó con escritores e intelectuales como Abraham Valdelomar y su grupo Colónida, José Carlos Mariátegui; ambos con los cuales hizo profunda amistad. También conoce a Luis Alberto Sánchez y Juan Parra del Riego, y además de su atareada vida social, publicó algunos de sus poemas en la revista Suramérica del periodista Carlos Pérez Cánepa.
Un año después, entró a trabajar al colegio Barrós de Lima, y se convirtió en director del mismo septiembre de ese año debido a la muerte del fundador y previo director del colegio. Más allá de esto, sostuvo otro apasionado y tormentoso amor, esta vez con Otilia Villanueva, una muchacha de 15 años y cuñada de uno de sus colegas, y fue debido a esto perdió su puesto de docente. Sin embargo, su amor por Otilia le dejará muchas cosas buenas y será ésta quien inspire muchos de los poemas de Trilce.

Al año siguiente consigue empleo como inspector disciplinario y profesor de Gramática Castellana en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe.
Fue en este año que salió a la luz su primer poemario Los heraldos negros. En esta obra, el angustiado y despechado poeta sacó a relucir la ansiedad existencial, la culpa personal y el dolor que en él residían; mayormente descargó en éste sus profundos sentimientos de despecho y pérdida, quejándose así de su propia existencia y su profunda tristeza.
Prision en trujillo
Fue en el año de 1918 que murió María de los Santos, la madre de César, y la nostalgia familiar lo llevó a regresar a Santiago de Chuco en 1920.
Pero fue en el 1 de agosto de ese año, apenas 4 meses después de su llegada, que ocurre un incendio y saqueo de una casa del pueblo, perteneciente a una familia de carreteros negociantes de mercaderías y alcohol desde la costa, y César fue injustamente acusado como instigador y participante de semejante hecho. Trató de esconderse pero fue descubierto, apresado y arrojado a un calabozo de Trujillo donde permaneció ilícitamente encerrado durante 112 días.
Pese a estar apresado, esto no impidió que César fuese nombrado ganador del segundo premio de la Municipalidad de Trujillo con el poema Fabla de Gesta, el 24 de diciembre de 1920, aunque curiosamente compitió escondiendo su identidad bajo un seudónimo.
Pese a que no se dieron detalles en su momento, en la obra Vallejo en los infiernos, de Eduardo González Viaña, se revelan piezas claves del expediente judicial contra el propio César por parte del mismo juez de su caso y sus otros enemigos, quienes formaron un complot para hundirlo y encerrarlo en la prisión de mala muerte.
El proceso judicial nunca se cerró pero César salió de la cárcel en virtud de una liberación provisional. Se dirigió otra vez a Lima, donde su cuento de corte fantástico Más allá de la vida y de la muerte fue premiado en un concurso literario. Y en octubre de 1922 salió a la luz su segundo poemario: Trilce, prologado por su amigo Antenor Orrego.
Fue Trilce el libro que anticipó gran parte del vanguardismo que se desarrollaría en los años 1920 y años 1930, pues César llevó la lengua española a otro nivel: inventa palabras, fuerza la sintaxis, emplea la escritura automática y otras técnicas innovadoras y nunca usadas en la literatura hasta la época. Se adelantó a la renovación del lenguaje literario que después ensayaría Vicente Huidobro en su poemario Altazor (1931) y James Joyce en su relato onírico Finnegans Wake(1939).
Viaje a europa
En un punto, César se vio a sí mismo harto de la mediocridad local y puso sus miradas en un nuevo viaje pero esta vez a la vieja Europa. Con el dinero que le adeudaba el Ministerio de Educación, se embarca rumbo a la misma y llegó a París el 13 de julio de 1923, donde trabajó como periodista y traductor.
Sus dos primeros años en París fueron de mucha estrechez económica, al punto que muchas veces tuvo que dormir a la intemperie. Pero fue durante este tiempo que inció su amistad con el escritor español Juan Larrea y con Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Tristan Tzara.
En 1925 empieza a trabajar como secretario de la recién fundada Les Grands Journaux IberoAméricains o Los Grandes Periódicos Iberoamericanos, una vasta organización publicitaria. También empezó a colaborar para la revista limeña Mundial. Ese año el gobierno español le concedió una modesta beca para que pudiera continuar sus estudios universitarios de Derecho en España. En los dos años siguientes visitó brevemente Madrid a fin de cobrar a plazo fijo el monto de la beca, aunque sin estudiar; hasta que en octubre de 1927 renunció a dicha beca y, por ende, nunca se doctoró en Letras ni en Derecho.

Renunció a su trabajo en Los Grandes Periódicos Iberoamericanos en 1926 y conoció a su primera compañera francesa, Henriette Maisse, con quien convivió hasta octubre de 1928. Con Larrea fundó la revista Favorables París Poema, y con Pablo Abril de Vivero el semanario La Semana Parisién.
Durante este año profundizó en sus estudios sobre el marxismo y apareció una narración suya en Amauta, la revista que fundó en Lima su amigo José Carlos Mariátegui y en la que también se reprodujeron varias de sus crónicas periodísticas. Empezó a interesarse más intensamente por las cuestiones político-sociales y realizó su primer viaje a Rusia. Retornó a París y fundó la célula parisina del Partido Socialista que había fundado Mariátegui en su patria, después denominado Partido Comunista Peruano.
En 1929 empezó a convivir con la joven de 18 años Georgette Marie Philippart Travers, quien residía con su madre en un departamento enfrente del hotel donde se hospedaba César y el cual heredó una vez que su madre falleció, y junto con ella realizó otro viaje a Rusia. Se detuvieron en Colonia, Varsovia, Praga, Viena, Budapest, Moscú, Leningrado y varias ciudades italianas antes de retornar a París; y una vez de regreso, César inició su colaboración para el diario El Comercio, como corresponsal oficial, y continuó haciéndolo con las revistas Variedades y Mundial.
En 1934 se casó por lo civil con Georgette. Por entonces termina de escribir otra de sus obras teatrales, Colacho Hermanos o presidentes de América, sátira contra los gobiernos latinoamericanos sumisos al imperialismo estadounidense, pero que ningún editor se animó a publicar.
Muerte de Cesar Vallejo
A inicios de 1938 trabajaba como profesor de Lengua y Literatura en París, pero en marzo de ese año comezón a sufrir de agotamiento físico. El 24 de marzo es internado por una enfermedad desconocida que resultó ser la reactivación de una antigua malaria que sufrió de niño y entró en crisis el 7 y el 8 de abril. Falleció una semana más tarde, el 15 de marzo, un viernes santo en el que, coincidentemente, hubo llovizna en París.
Personajes relacionados: Antenor Orrego, Alcides Spelucín, José Eulogio Garrido, Juan Espejo Asturrizaga, Macedonio de la Torre, Víctor Raúl Haya de la Torre, Clemente Palma, José María Eguren, Manuel González Prada, Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, Luis Alberto Sánchez, Juan Parra del Riego, Vicente Huidobro, James Joyce, Juan Larrea, Pablo Neruda, Tristan Tzara, José Carlos Mariátegui, Georgette Marie Philippart Travers.
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Conclusión:
Así culminamos la biografía de César Vallejo, un literario que enalteció el nombre de su país en el mundo, demostrando su talento y llevando sus pensamientos plasmados en poemas al resto de los países donde residió. El amor, la tristeza y la rebeldía contra los opresores llevaron a César Vallejo a plasmar en papel las más rebuscadas y sofisticadas poesías.