
Damos inicio a la Biografía de Alejandro Magno el Grande o Alejandro Magno como es mayormente conocido. Quien fue el más valeroso e ingenioso estratega de toda la Antigua Grecia.
¡La historia de la Antigua Grecia tiene de todo! Desde dioses, hasta emperadores y reyes, entre los que se destaca Alejandro el Grande.
Podríamos empezar a enlistar todas sus maravillosas cualidades, pero sería mejor si aprendiésemos sobre sus logros, al repasar su biografía, sus combates y sus conquistas. «Si espero perderé la audacia de la juventud. Alejandro Magno»
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Primeros años
Nació el 20 o 21 de julio del año 356 a.C., en Pela, Macedonia, de la Antigua Grecia, siendo hijo de Filipo II, el propio rey de Macedonia, y de Olimpia, hija de Neoptólemo I de Epiro.
Existen ciertas dudas sobre la paternidad de Filipo sobre Alejandro, ya que se cree que posiblemente haya existido una infidelidad por parte de su madre.

Su educación fue inicialmente dirigida por Leónidas, un justo y estricto maestro macedonio que daba clases a los hijos de la más alta nobleza. Lisímaco, un profesor de letras bastante más amable, y que se ganó el cariño de Alejandro mucho más fácilmente llamándole Aquiles, y a su padre, Peleo. Alejandro por su parte sabía de memoria los poemas homéricos y también leyó a Heródoto y Píndaro, además de sentir un especial cariño por La Ilíada. A los trece años fue puesto bajo la tutela de Aristóteles y fue su discípulo durante 5 años, en un retiro de la ciudad macedonia de Mieza.
Aristóteles le dio una amplia formación intelectual y científica en las ramas que este abordó, como filosofía, lógica, retórica, metafísica, estética, ética, política, biología, y otras tantas áreas.
Muy pronto, en el año 340 a.C. su padre lo asoció a tareas del gobierno nombrándolo regente, a pesar de su juventud. Recibía personalmente a los enviados persas, deseosos que Macedonia pagase los altos tributos exigidos por Darío. Les conversaba amablemente, y así obtenía información, acerca de las travesías de rutas tierra-mar, la preparación del ejército persa, valiosos datos para las acciones que desarrolló en el futuro. En el 338 a. C. dirigió la caballería macedónica en la batalla de Queronea, siendo nombrado gobernador de Tracia ese mismo año.
Desde pequeño, Alejandro demostró las características más destacadas de su personalidad: activo, enérgico, sensible y ambicioso. Las cuales lo llevaron a repeler una insurrección armada, a pesar de solo 16 años. Se afirma que Aristóteles le aconsejó esperar para participar en batallas, pero Alejandro le respondió: “Si espero, perderé la audacia de la juventud”.
Exilio
Años después ocurrió un nuevo matrimonio de su padre, que podría llegar a poner en peligro su derecho al trono, e hizo que Alejandro se enemistara con Filipo.
Es famosa la anécdota de cómo, en la celebración de la boda, el nuevo suegro de Filipo (un poderoso noble macedonio llamado Átalo) rogó porque el matrimonio diera un heredero legítimo al rey, haciendo alusión directa a que la madre de Alejandro era una princesa de Epiro y que la nueva esposa de Filipo, siendo macedonia, daría a luz a un heredero totalmente macedonio y no mitad macedonio y mitad epirota como Alejandro, con lo cual sería posible que se relegara a este último de la sucesión.
Alejandro se enfureció y le lanzó una copa a Átalo, espetándole: “Y yo ¿qué soy? ¿Un bastardo?”. En ese momento Filipo se acercó a poner orden, pero debido a su estado de embriaguez, se tropezó y cayó al suelo, lo que le consiguió una burla por parte de Alejandro: “Quiere cruzar Asia, pero ni siquiera es capaz de pasar de un lecho a otro sin caerse.” La historia le valió la ira de su padre, por lo que Alejandro tuvo que exiliarse a Epiro junto con su madre, Olimpia.
Ascenso al poder
Filipo murió asesinado en el año 336 a. C. a manos de Pausanias, un capitán de su guardia, como resultado de una conspiración que es generalmente atribuida a Olimpia. Luego de este hecho, Alejandro se aseguró que no quedara vivo ningún heredero que pudiese reclamar el trono, para de esta forma tomar las riendas de Macedonia a la edad de 20 años.

Tras suceder a su padre, Alejandro se encontró con que debía gobernar un país radicalmente distinto de aquel que heredó Filipo II 23 años antes, ya que Macedonia había pasado de ser un reino fronterizo, pobre y desdeñado por los griegos, a un territorio que, tras el reinado de Filipo, se consideraba como parte de la Hélade y un poderoso Estado militar de fronteras consolidadas con un ejército experimentado que dominaba indirectamente a Grecia a través de la Liga de Corinto.
La muerte del gran Filipo supuso que algunas polis griegas sometidas por él se alzasen en armas contra Alejandro ante la aparente debilidad de la monarquía macedonia. Alejandro debía resolver dos puntos importantes: mantener el control de las ciudades y reclutar mercenarios de las polis para su campaña contra Persia.
En la primavera del 335 a.C. lanzó una exitosa campaña al norte, Iliria y Tracia, donde es avisado que Tebas se había revolucionado, tomando una guarnición macedonia.
Alejandro, con una reacción veloz, demostró rápidamente su destreza estratégica y militar: viajó casi 600 kilómetros hasta Tesalia para reafirmar el dominio en la región que ya había sido conquistada por Filipo, y emprendió el camino hacia el Ática, reprimiendo la sublevación de Tebas, quien opuso una feroz resistencia, reduciendo la ciudad a escombros. Luego de ajusticiar a los rebeldes, entrevistó a una parte de la población, ordenando más tarde la reconstrucción de la ciudad.
Su paso por Atenas fue por demás totalmente atípica. Los atenienses cerraron sus puertas, no por insurrección, sino por temor por lo ocurrido en Tebas. Alejandro, que sentía un gran respeto por los filósofos, el arte y la cultura de la ciudad, envió entonces una primera carta de su estilo, a lo que respondieron: “estamos debatiendo si presentarte batalla o dejarte entrar”. Por lo que Alejandro, a través de otra carta propuso dejar a su ejército fuera y entrar solo.
Dejó que solamente lo acompañaran algunos de sus amigos, los hetaroi. Una vez allí, Atenas reconoció su supremacía por el gesto, nombrándolo de esta manera Hegemon, título que ya había ostentado su padre y que lo situaba como gobernante de toda Grecia, consolidando así la supremacía macedónica, tras lo cual Alejandro se dispuso a cumplir su siguiente proyecto: conquistar el Imperio persa.
Conquistas
Alejandro, tras asegurar el orden en toda la región de la hélade y sureste de Europa, dejó a Antípatro al mando de todos los dominios. Preparó 160 embarcaciones, abastecimiento suficiente y armamento para su pequeño ejército de unos 40 000 soldados, y cruzó el Helesponto hacia Asia Menor, para iniciar la conquista del Imperio Persa.

En la primera contienda que se libró en territorio asiático, la batalla del Gránico, Alejandro estuvo cerca de la muerte, pues un persa trató de matarlo por la espalda. Finalmente salvó su vida gracias a Clito, uno de los hombres de confianza de Filipo, que mató al enemigo.
Memnón era un general mercenario griego al servicio de Persia, que murió durante el asedio a Mitilene. A su muerte, Alejandro dispuso hacer una pausa en Jonia, nuevamente restablecida a los griegos, ya sin la amenaza persa.
Una vez concluida esta primera etapa de conquistas, Alejandro decidió pasar el invierno en Gordión, antigua capital de Frigia. Después, se dirigió desde Gordión hacia la región de Cilicia, y emprendió su marcha hacia el sur, donde es avisado que desde Siria los persas, al mando del rey Darío, destruyeron un campamento macedonio, aniquilando sus guarniciones, por lo que tuvo que retomar el camino norte, donde los persas le hicieron frente del otro lado del río Issos, con un ejército superior a los 500 000 hombres, cuando los aliados griegos no superaban los 50 000 hombres.
Aun así, prevaleció la estrategia por sobre el número. Los persas perdieron casi la mitad de sus tropas, y tal es como describen las narraciones de esta batalla, una verdadera masacre, a la que se conoce como “La batalla de Issos”.
Luego de Issos, y asegurarse que no había amenazas por tierra y por mar, retomó el rumbo sur, conquistando fácilmente Fenicia. Fue bien recibido en Judea pero no en la isla de Tiro, donde quiso de manera pacífica honrar a los dioses en sus templos, enviando emisarios diplomáticos, que fueron asesinados a traición, por lo que decidió cercar esta ciudad, con una duración de enero a agosto de 332 a. C.
Este asedio es conocido como el sitio de Tiro, una isla fortificada, en la que tuvo que construir muelles y vado sobre el mar, emplear torres de asedio y catapultas más modernas. Una vez destruidos los muros, Tiro fue arrasada. Otro sitio importante en sus viajes fue el de Gaza durante otro arduo enfrentamiento. Una vez conquistada ésta, Alejandro se dirigió a Egipto.
A su arribo, Alejandro fue bien recibido por los egipcios, quienes le apoyaron en su lucha contra los persas, cuyos reyes habían dominado Egipto en dos ocasiones.
Fue llamado “su salvador y libertador”, e “hijo de Amón”, por lo que por decisión popular se concedió a Alejandro la corona de los dos reinos, siendo nombrado faraón en noviembre de 332 a. C. en Menfis y posteriormente fundó la ciudad de Alejandría en 331 a.C. en una zona costera muy fértil al oeste del delta del Nilo.
En esa época controló la situación de rebeldía en Anatolia y el Egeo, de tal modo que en la primavera de ese mismo año, desde Tiro, organizó los territorios conquistados. Darío III, con un ejército más numeroso, decidió hacerle frente en Gaugamela a orillas del Tigris, pero apenas logró salvar su vida, ya que se vio derrotado por el genio militar del joven Alejandro. Así Alejandro con su ejército logró entrar en Babilonia quedando a las puertas del propio territorio persa.
En el año 331 a. C., el ejército macedonio invadió Persia entrando fácilmente a Susa, la vieja capital de Darío I, mientras que el derrotado Darío III huía hacia el interior del territorio persa en busca de fuerzas leales para enfrentar nuevamente a Alejandro.
Alejandro, por su parte, procedió cuidadosamente ocupando las ciudades, apoderándose de los caudales persas y asegurando las líneas de abastecimiento. Desde Susa pasó a Persépolis. Después se dirigieron hacia Ecbatana para perseguir a Darío. Lo encontraron asesinado por sus nobles, que ahora obedecían a Bessos.
Bessos escapó a la zona límite del Hindú Kush, autoproclamándose rey de Persia, cosa que Alejandro no toleró, motivo también por el cual lo persiguió.
Tras muchos preparativos, y luego de establecer un nuevo orden en Babilonia, Alejandro partió en la caza de Bessos, el asesino del rey Darío, y conquistar las satrapías persas de Asia Central.
Durante su viaje, Alejandro vivió toda clase de vivencias magníficas y exóticas, desde enfrentamientos con gigantes hasta encuentros con las amazonas. Luego siguió la ruta trazada para perseguir a Bessos, internándose en zonas que ondeaban entre desiertos y montañas. Hasta que llegó a Sogdiana y Bactriana, donde trabó una relación de confianza con el sátrapa persa Artabazo II, quien tenía una hija, la princesa Roxana, con quien Alejandro se casó, y quien sería su compañía a partir de ahí en las campañas sucesivas.
Finalmente, Bessos fue arrestado por sus propios cortesanos, y entregado vivo a Ptolomeo, general y amigo de Alejandro. Fue ejecutado; hecho que, se creyó, dio por terminada la persecución. Pero ocurrió algo impensado: Espitamenes, cortesano de Bessos y principal mentor de su entrega, a cambio había pedido la independencia de Sogdiana y otras satrapías. Al tener la negativa provocó importantes revueltas en las ciudades, aniquilando guarniciones griegas y generando un gran caos al imperio establecido por Alejandro.
Alejandro ordenó fortificar todas las ciudades y satrapías, ya ahora en pasos montañosos defendibles. Pero el factor decisivo fue fortificar todos los oasis, dejando a Espitamenes sin recursos para sus soldados y caballería.
En diciembre de 328 a. C., el comandante macedonio Coeno lo derrotó, y cuando los sogdianos y las tribus nómadas se enteraron de que el ejército principal de Alejandro se acercaba, los masagetas asesinaron a su líder y enviaron su cabeza al conquistador.
Pronto llevaría a su ejército a atravesar el Hindú Kush y a dominar el valle del Indo, con la única resistencia del rey indio Poros en el río Hidaspes.
Últimos años y muerte
A su regreso, Alejandro descubrió que algunos hombres habían saqueado la tumba de Ciro II el Grande, y los ejecutó sin dilación, ya que se trataba de los hombres que debían vigilar la tumba que Alejandro honraba.
Tras viajar a Ecbatana para recuperar lo que quedaba del tesoro persa, su amigo más íntimo, Hefestión, murió a causa de una enfermedad o envenenado, lo que afectó mucho a Alejandro.
Finalmente, el 13 de junio del 323 a. C., Alejandro Magno murió en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. Le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33 años de edad.
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Conclusión
Para finalizar la biografía de Alejandro Magno no podemos dejar pasar la oportunidad de destacar la valentia y aplomo con que se erigió como el Rey de Macedonia, extendió su imperio por vastos territorios y solo fue la muerte la que le impidió continuar su mandato.